Los países del Sur son el nuevo apartheid

Ahora que la segregación racial se ha suprimido en Sudáfrica corremos el peligro de que se traslade a los países del Sur como apartheid socioeconómico. En muchos países del denominado Norte se está instalando el concepto de "distancia" con relación a los pueblos que componen el Sur. Los años sesenta sostuvieron el mito de la "proximidad", de la aldea planetaria de MacLuhan y los medios de comunicación nos hicieron testigos de las necesidades de los pueblos del Tercer Mundo que despertaron la solidaridad de muchas organizaciones humanitarias a partir de las imágenes de Biafra. Pero las imágenes nos han saturado y los dirigentes del "nuevo orden mundial" nos hacen optar por la seguridad, aunque sea en detrimento de la justicia.

Lo que nació en Biafra, hace veinte años, ha muerto en Liberia: la televisión no informa de esos genocidios y de las treinta guerras que están en curso en el mundo. Para defender los intereses de los países del Norte se televisó la guerra del Golfo, o el desembarco en Panamá o la invasión de Afganistán por los rusos o la del Gabón por los franceses.

No hace muchos años que en Europa se decía "Africa empieza en los Pirineos". Sin remontarnos a los millares de españoles que emigraron a países de Latinoamérica, es preciso recordar que, en este siglo, hemos sido inmigrantes en Francia, Suiza, Bélgica, Inglaterra, Alemania, Holanda, Australia y Canadá. Nosotros éramos esos bárbaros del Sur que sirvieron en sus necesidades al Imperio del Norte pero que amenazaríamos su seguridad si pretendiéramos equipararnos a sus ciudadanos. Cuando pudimos engancharnos en el tren de su desarrollo, ya son otros los bárbaros inmigrantes que amenazan su seguridad, su nivel de vida, su sentido del derecho y de la justicia, de la prosperidad y de la felicidad. Sólo para ellos, claro, como en el símil empleado por Jean Ch. Rufin, en "El Imperio y los nuevos bárbaros", referido a los ciudadanos de Roma.

La caída del muro Este-Oeste ha mostrado que nos unía un mismo objetivo económico pero con distinto nivel tecnológico: desarrollo a toda costa, tecnocracia implacable, desastre ecológico e imperialismo real que ha trazado unos confines (como el limes romano) ante los países del Sur. Es como un cordón sanitario que protege nuestros intereses. Los nuevos bárbaros parece como si no debieran preocuparnos más que como despensa de materias primas, destinatarios forzados de nuestros excedentes de producción, recipiendarios de residuos radioactivos y como exóticos lugares para el turismo y la aventura. Los siete países más ricos del mundo, todos del Norte, deciden los destinos del resto de la humanidad: sostener y derrribar gobiernos, marginación y olvido cuando ya no interesan.

Ese limes o confín entre el Norte y el Sur está provisto de "estados tapón" como México, Marruecos, Turquía, Israel, etc., y de otros que están gobernados por dictaduras totalitarias como China, Corea del norte, Vietnam y otras militares en Africa o en Latinoamérica pero que son necesarios para el equilibrio de esa masa de bárbaros cuya explosión demográfica tenemos que contener ayudados por las hambrunas, la desertización de tierras obligadas a monocultivos, las enfermedades y ese Sida que, en 1989, motivó la espectacular dimisión del Dr. Jonathan Mann ante el rechazo de la OMS de considerar prioritaria la actuación contra esa plaga en el Tercer Mundo. El Norte seguirá avivando las oportunas guerras entre ellos mientras suministra armas a todos los bandos a cambio de materias primas. Ya Marco Aurelio decía que "El mejor modo de defenderse de los bárbaros es no parecerse a ellos". Tácito, en su Germania, escribía: "Ojalá que se mantenga entre estos pueblos el odio que se tienen entre sí".

La ruptura Norte-Sur no puede disimularse por más tiempo y es preciso reconocer que existe la ideología del limes que se presenta como un nuevo orden pacífico pero que es una bomba de relojería.

Nosotros los voluntarios apostamos por el compromiso y por ir donde otros no vayan. Apostamos por la integración de esos archipiélagos de desarrraigados y en situación de dependencia. Treinta años de imposición de nuestro modelo de desarrollo han propiciado la miseria actual dificultando los movimientos de población que mantenían el equilibrio en esos pueblos. Nos han fallado los cálculos y ahora nos retiramos al interior del limes en busca de la seguridad ante el miedo a la invasión de los nuevos bárbaros. Apoyamos a las auténticas organizaciones humanitarias que se entregan a fondo para servir a esos pueblos y facilitar su desarrollo desde sus concepciones de vida y sus tradiciones. Más de un centenar de jóvenes se preparan para trabajar en esos países durante su tiempo de vacaciones. Desde aquí os pido vuestro apoyo económico para que pueda ir el mayor número, conocer sus necesidades sobre el terreno, hacer proyectos reales y buscar la finaciación necesaria para que los nuevos "bárbaros" puedan llevarlos a cabo con nuestra ayuda. Pues si existe un limes que defender es el que está en el corazón de cada hombre ya que el Sur somos nosotros.

José Carlos Gª Fajardo