Terrorismo, una patología desconocida

"Lo que ha ocurrido en Nueva York y en Washington son síntomas de una enfermedad que denominamos terrorismo. Pero, en medicina, sabemos que es imposible eliminar los síntomas sin cuidar la patología". Así se expresa Naguib Mahfouf, escritor egipcio y Premio Nobel de literatura.
Al cabo de dos meses cumplidos, prosigue la pretensión anglo norteamericana de implicar a todos los países del mundo en una guerra total contra esa enfermedad cuya patología se empeñan en no analizar con sinceridad y consecuencia.
No se puede olvidar que los condenados de la tierra no tienen nada que perder puesto que no pueden robarles lo que no tienen. Lo que les han arrebatado los conquistadores, los colonizadores y, desde sus independencias, los dirigentes que los gobernaron como testaferros de intereses transnacionales.
En muchos casos, con la colonia tenían acceso a algunos servicios que han desaparecido bajo la rapiña de sus oligarquías o en ejecución de los reajustes estructurales impuestos por el FMI.
Las organizaciones internacionales Human Rights Watch y Amnistía Internacional han denunciado las violaciones de derechos humanos de la Alianza del Norte que actúan como socios de EEUU y sus aliados para instaurar un nuevo gobierno en Afganistán, a pesar de tener un pasado parecido al de los talibanes en cuanto a violación de derechos humanos.
Human Rights Watch ha denunciado a varios comandantes de la Alianza del Norte por sus antecedentes de torturas, ejecuciones sumarias, violaciones, quema de casas y pillaje en las ciudades ocupadas, aparte de reclutar a menores de 15 años para las guerrillas y el uso sistemático de minas antipersona, cuyo protocolo de prohibición firmaron los países occidentales en 1999. Advirtieron que cualquier país que ayude a la oposición afgana será responsable de la manera en que se use esa asistencia.
Amnistía Internacional advierte que ningún comandante afgano ha sido llevado ante la justicia por violaciones de los derechos humanos. La Alianza del Norte está integrada por bandas tribales y narcotraficantes que gobernaron Kabul entre 1991 y 1996: Jamait Islami (Sociedad Islámica), con un sangriento historial de violaciones, saqueos y matanzas de civiles; el partido chiíta Unidad y el Movimiento Islámico Nacional, dedicado al pillaje y el narcotráfico, según ha demostrado Antonio Giustozzi, autor del libro "Guerra, Política y Sociedad en Afganistán".
Tanto la Alianza del Norte, como los comandos anglo norteamericanos están operando juntos contra los talibanes. Esto pone en entredicho la pretensión aliada de instaurar un régimen democrático que garantice las libertades fundamentales o la mejora de las condiciones de vida del pueblo afgano. Más bien se confirma el interés por controlar una zona rica en recursos estratégicos necesarios a los países del Norte comprometidos en esa cruzada sin retorno.
Mientras tanto, Georges Bush y Tonny Blair insisten en su propósito de perseguir a los terroristas dondequiera que se encuentren. Nada más lógico siempre que se empleen los medios adecuados de policía, información, tecnología, persecución de paraísos fiscales y de cuentas bancarias opacas, así como la persecución de los vendedores de las armas que empuñan los terroristas. Al tiempo que se analizan con rigor las causas que mueven a muchos a apoyar movimientos de contestación, de rebelión o de lucha que no pueden calificarse como terroristas.
No se puede pretender luchar contra el terrorismo, porque es una abstracción, sin identificar a las personas, movimientos, grupos y motivaciones que los sostienen. Que se aplique el peso de la ley pero sin abdicar de los principios de seguridad jurídica, presunción de inocencia, derecho a un juicio justo, irretroactividad de las leyes penales y no caer en el restablecimiento de la pena de muerte o de la tortura como medios legales para implantar la justicia. Ni la pena de muerte ni la tortura pueden justificar la lucha contra crimen alguno porque perderíamos toda legitimidad, autoridad y razón de ser para actuar.

José Carlos Gª Fajardo

Este artículo fue publicado en el Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS) el 23/11/2001