El Gran Oriente Medio amenaza

Después de la destrucción de los regímenes de Afganistán y de Iraq, desplegadas bases militares en las antiguas repúblicas soviéticas, el gobierno de EEUU se dispone a desarrollar la política contenida en el famoso documento PNAC que sólo pudieron aplicar después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001. Se trata de la nueva versión aplicada al norte de África con el alarmante título “El Gran Medio Oriente”.
Como escribió John Pilger, la amenaza que representa el terrorismo estadounidense para la seguridad de las naciones y las personas se resume en un documento escrito antes de la elección de Bush. Lo que Washington necesitaba para dominar a la mayoría de la humanidad y los recursos naturales mundiales era "algún acto catastrófico, algo como un nuevo Pearl Harbour". Los ataques del 11 de septiembre proporcionaron "la oportunidad de todos los tiempos". Los extremistas que han explotado el ataque terrorista vienen de la era de Ronald Reagan, cuando se establecieron grupos de extrema derecha y "grupos de expertos" para vengar la "derrota" estadounidense en Vietnam. En la década de los noventa se formó el Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense (PNAC, siglas en inglés).
De ahí el borrador sobre el Greater Middle East que se disponen a presentar ante el Grupo de los 8 países más ricos en su reunión de junio en EEUU.
Ese “Gran Medio Oriente” se compone de 23 países y cubre una zona que se extiende desde Mauritania hasta Pakistán, con una población de 600 millones de personas –el 10% de la población mundial– en su gran mayoría musulmanes y dos tercios con menos de 30 años.
Esa parte del globo guarda tres cuartas partes de las reservas mundiales de petróleo y más de la mitad de las de gas. Por supuesto que el terrorismo que ha golpeado a EEUU el 11 de septiembre de 2001, así como a España el 11 de marzo, hunde en esta región sus raíces y obtiene de ella sus voluntarios suicidas.
Los actuales gobernantes norteamericanos declaran que van a desecar este yacimiento de terroristas para poder protegerse de sus crímenes y proteger a sus aliados europeos e israelíes.
La fórmula para alcanzar estos objetivos consiste en “instalar la democracia” en los 21 países de la región que todavía no la tienen –a diferencia de Turquía y de Israel– y de “ayudarles a desarrollarse económicamente y a favorecer a las clases medias”.
Pero el objetivo principal de este demoníaco proyecto es la penetración económica con su modelo de desarrollo, la reestructuración de sus sistemas políticos y el control de sus inmensas riquezas energéticas.
La Casa Blanca y el departamento de Estado ya han enviado a sus mensajeros para comunicar a los dirigentes políticos de esos países que no están dispuestos a esperar la evolución de sus regímenes hacia la democracia, ni a que resuelvan el problema palestino-israelí por sus propios medios.
Sólo se trata de un “proyecto” preparado por las cabezas fundamentalistas de Washington pero que van a presentar a los dirigentes del G-8, así como a los países miembros de la OTAN cuyos dirigentes se reunirán en Estambul el 28 y 29 de junio.
En lenguaje de marketing, se trata de un prelanzamiento logrado, un globo sonda con éxito. Los dirigentes de Egipto y de Jordania han corrido a Washington aterrorizados porque no se les haya tenido en cuenta, como a ninguno de los dirigentes de esos 21 países.
Los ideólogos neoconservadores norteamericanos pretenden la remodelación del mundo en busca de una mayor seguridad para los países desarrollados utilizando la fuerza militar para imponer la cosmovisión de Ocidente expresada en el nuevo fundamentalismo democrático.
Ya el 26 de febrero de 2003 el presidente Bush había hablado de las “necesarias reformas económicas”, de “una más grande participación política” y de la redacción de una “carta árabe” sobre ese tema. Sobre todo, desde el 11 de septiembre en que los EEUU decidieron no seguir dependiendo del petróleo de Arabia Sudita al comprobar que su régimen sostenía a los fanáticos talibanes. El tiempo apremia porque la familia reinante en Ryad se ha apresurado a firmar impresionantes acuerdos con el Gobierno de Pekín para dirigir hacia el nuevo coloso en los próximos años diez mil millones de barriles de petróleo imprescindibles para sostener su imparable desarrollo económico.
A la locura del PNAC le sucedió el horror del ataque terrorista en Nueva York y Washington. A la invasión de Afganistán, los atentados en Casablanca y Bali. A la injusta guerra de conquista de Iraq decidida por el trío de las Azores -Bush, Blair y Aznar-, los atentados de Madrid.
La Unión Europea tiene que cambiar el rumbo de esta política demencial con los recursos que pueden dar las urnas, la coordinación de las fuerzas de inteligencia y una nueva política de justicia social hacia esas muchedumbres aplastadas por regímenes tiránicos y por concepciones de la vida que repugnan a la humanidad.

José Carlos Gª Fajardo

Este artículo fue publicado en el Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS) el dd/mm/aaaa